" Perdido en China: décima etapa

Perdido en China: décima etapa

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Tras un viaje que parecía imposible, en el que todo conspiraba para evitar llegar a destino, China desde el Sur arribó a la hermosa ciudad de 长春 Chángchūn, famosa por su frío invierno, su pasado histórico y su poderosa industria automotriz. La ciudad de 长春 Chángchūn es también conocida como la ciudad de las universidades, hay un famoso dicho entre los chinos de que no es que haya universidades en 长春 Chángchūn, sino que 长春 Chángchūn está en las universidades. Al caminar pocas cuadras por la ciudad es fácil encontrar campus universitarios, edificios de diversos institutos e incluso gran cantidad de hoteles estudiantiles. 

Entrada del hotel, fotografía de 2019.

El régimen de cuarentena universitaria

Con los primeros permisos para ingresar a China se generó una situación tensa ya que, como era de esperar, comenzaron a aumentar los casos de Covid-19. A pesar del estricto control, las PCRs y las cuarentenas gubernamentales, el virus encontró espacios de propagación. Estos casos dispararon un poco las críticas de algunos ciudadanos, porque al dejar ingresar a las personas se estaba poniendo en riesgo la salud de la población. Aunque esto es una exageración y tampoco fue el pensamiento generalizado, se buscaron soluciones para intentar minimizar los sentimientos hostiles que pudiera haber con respecto a extranjeros ingresando al país o incluso hacia chinos que provenían del exterior. Para el caso de los estudiantes universitarios se nos pidió una segunda etapa de cuarentena de 7+7. Esto significa: 7 días sin posibilidad de salir de la habitación, con un régimen similar al de la cuarentena de ingreso al país, y otros 7 días de una cuarentena flexible, con posibilidad de salir de la habitación, estar en contacto con otros estudiantes e incluso la posibilidad de visitar algunas áreas comunes. 

Fotografía de un aula del hotel 南湖 Nánhú en 2019, ahora estos espacios han sido reconvertidos en salas de estudio.

Un hotel no preparado

Al ingresar en la habitación de cuarentena de la universidad fue claro que las condiciones de vida no serían tan buenas como las del famoso hotel de 广州 Guǎngzhōu. Al fin y al cabo, el hotel de 广州 Guǎngzhōu había sido construido específicamente para la cuarentena, contemplando todas las necesidades, mientras que el hotel de la universidad era una sencilla residencia universitaria reconvertida en hotel de cuarentena. Por fortuna, si algo caracteriza a los alojamientos de las universidades alejadas de las grandes megaciudades chinas, es que tienden a ser más grandes y espaciosos. El hotel 南湖 Nánhú no es la excepción. Con 18 metros cuadrados, estudiantes de otras universidades de China han llamado a las habitaciones “pequeña mansión” o “suite privada”. Muchas universidades ofrecen habitaciones en las que no hay mucho más espacio que el que ocupa la cama, la mesa y la silla. Algunas habitaciones algo más grandes pueden estar diseñadas para hasta 4 personas. 

Año 2019, última fotografía antes de dejar la habitación. Al compartir esta foto con estudiantes de otras universidades, siempre se sorprenden del tamaño de la habitación.

La habitación que me tocó en suerte, ubicada en el piso 11, era espaciosa, pero tenía dos camas de plaza y media. Por lo tanto, la tarea del primer día fue "parar” una de estas camas contra la pared y arrimar la otra, formando una especie de “sillón-cama” y liberando gran parte del espacio. Con esta pequeña modificación, que requiere de una gran fortaleza física ya que las camas son de madera maciza y metal, se puede contar con una pequeña área de ejercicio muy cómoda y similar a la que ofrece el hotel de 广州 Guǎngzhōu. 

Con la cama en modo "sillón-cama", contemplando el área de ejercicio.

Además de las comodidades clásicas, como la mesa, silla, un ropero y alguna estantería, el personal del hotel instaló una zapatilla eléctrica, muy útil para poder conectar múltiples dispositivos eléctricos de forma simultánea y una pava eléctrica. En el manual original del hotel las pavas eléctricas estaban completamente prohibidas, porque, a pesar de ser instrumentos de cocina bastante seguros, querían ahorrarse cualquier posibilidad de incendio. El agua caliente nunca era un problema porque, en la zona de cocinas, hay unos grandes termos de agua que surten de agua hirviendo. De hecho, estos termos son bastante peligrosos porque presurizan un poco el agua y la pueden elevar por encima de los 100 grados. Una quemadura por agua de estos termos es una internación segura en el hospital. Estos termos están extendidos por toda China, siendo comunes incluso en los trenes y son especialmente útiles para preparar té, fideos instantáneos o simplemente beber agua purificada. Con un poco de cuidado es fácil no terminar hospitalizado. A pesar de la tajante prohibición de pavas eléctricas, se dotó a la habitación de una pava eléctrica, ya que no se nos permitía salir al pasillo para usar los termos del inframundo.

Lo importante: la comida

Una de mis preocupaciones reales para esta segunda etapa era la comida. Aunque la comida en 广州 Guǎngzhōu había sido excelente, en el hotel universitario la comida estaba a cargo del hotel. Por lo tanto, primero tenía que discutir el tema del vegetarianismo con el personal del hotel y luego descubrir si los platos eran de mi agrado. Al llegar pude hablar del vegetarianismo y no hubo ningún tipo de problema, incluso discutimos un poco los posibles platos y pude pedir que se incluyera una fuerte base proteica de tofu, porotos, huevo y leche, que respetaron a rajatabla cada día y que me permitió empezar a entrenar de forma algo más intensiva. La comida de 广州 Guǎngzhōu había sido muy sabrosa pero, al menos el menú vegetariano, era muy rico en verduras y carbohidratos y pobre en proteína.

La gerenta del hotel me explicó que la comida corría a cargo de la cocina del hotel. Esto hizo despertar mis peores temores, ya que en 2019 había visitado el buffet del hotel que, aunque era muy barato, tenía comida que no era de mi agrado. En particular había mucha comida con carne y animales de río, y mucha comida caliente y picante en horarios a los que la mayoría de los latinoamericanos estamos menos acostumbrados, como el desayuno. En la habitación no había ni té ni café ni ninguna otra bebida. Esto era una gran diferencia con 广州 Guǎngzhōu, donde nos habían ofrecido todo tipo de tés y café instantáneo que incluso se podían renovar. Esto no me supuso un problema porque, siendo previsor y conociendo que estas bebidas son menos populares en el 东北 Dōngběi, Noreste de China, había comprado café instantáneo en el hotel de 广州 Guǎngzhōu para traer a la segunda cuarentena. 

Café, té, galletitas, frutas con chocolate y maní picante, algunos de los grandes compañeros de cuarentena.

El primer día llegué al hotel de madrugada y terminé en mi nueva habitación muy tarde luego de tener una cálida conversación con la gerenta del hotel (y también por haber perdido la tarjeta, que la gerenta colocó sobre la mesa y no tomé antes de subir al piso 11). Por lo tanto, tras abrir las valijas para extraer los elementos mínimos para dormir y conectarme a internet para avisar a familiares y amigos de mi llegada, terminé acostándome especialmente tarde. Por suerte, caí en un sueño profundo, casi como si me hubiera desmayado.

Poco antes de las 6 de la mañana del primer día alguien comenzó a golpear insistentemente la puerta de mi habitación. Más dormido que despierto me vestí con las prendas mínimas para no terminar preso por exhibicionismo y abrí la puerta con el barbijo mal puesto. La voz fuerte e insistente de quien golpeaba la puerta me había sobresaltado. Si antes de las 6 de la mañana me llamaban así era que había algún tipo de emergencia, tal vez un incendio, un problema eléctrico, un problema estructural, una evacuación de emergencia. Al abrir la puerta, una señora bajita y de rostro redondo me colocó una bandeja de comida en la mano y me indicó que en el piso me había dejado 3 botellas de agua de 600 ml, un rollo de papel higiénico y 2 bolsas de basura. Tras saludarme con gran felicidad se dispuso a golpear insistentemente y a los gritos la puerta de la siguiente habitación.

Una experiencia culinaria

Mi despertador estaba colocado de forma automática para las 7 de la mañana, eso era poco antes del horario en el que el personal de 广州 Guǎngzhōu entregaba el desayuno. Esto normalmente me daba tiempo de levantarme sin mucho apuro y estar listo para recibir la primera comida del día. Sin embargo, en 南湖 Nánhú, como había muy poco personal, comenzaban a entregar el desayuno una hora antes para así poder entregarle su comida a todo el mundo antes de las 8 de la mañana. Este ritual se repitió cada mañana y, aunque era muy temprano, no supuso un problema, ya que tan solo había que cambiar los hábitos de sueño un poco. En 广州 Guǎngzhōu había una pequeña mesita junto a la puerta, donde el personal depositaba la comida y no estaba en contacto con los viajeros. En 南湖 Nánhú el personal del hotel entregaba la comida en mano y de allí su insistencia para que abramos la puerta rápido.

El primer desayuno me encontró con hambre, pero ya fue un buen augurio de lo que serían los siguientes 7 días. En 广州 Guǎngzhōu la comida había sido muy buena, pero era un poco pobre en condimentos. La comida del 东北 Dōngběi es mucho más sabrosa, con deliciosas salsas que envuelven la comida, picantes que despiertan nuestras papilas gustativas y sabores únicos. Además, el desayuno incluía huevo cocido y leche, un buen complemento proteico. 

Las vistas desde mi habitación mientras tomaba el desayuno.

Al igual que en 广州 Guǎngzhōu, la comida se servía 3 veces al día: desayuno, almuerzo y merienda-cena. El desayuno normalmente era sencillo, pero llenaba. La gran mayoría del tiempo el personal intentó occidentalizarlo un poco incluyendo unos panes dulces de panadería taiwanesa deliciosos. Por cuestiones históricas y geopolíticas, la provincia de 台湾 Táiwān desarrolló una gran industria panadera, luego de que una serie de grandes hambrunas en los primeros años de la década de 1950 los hicieran replantearse los cultivos y toda su producción culinaria. Sin abandonar los platos típicos acompañados de arroz, los taiwaneses adoptaron los panes de trigo como principal fuente de carbohidratos. Desde la década de 1980, las panaderías taiwanesas no han hecho más que crecer en todo el territorio chino y en las últimas décadas grandes panaderos de toda China se han formado en países de gran industria panadera como Francia. Por lo tanto, el pan chino tiende a ser muy bueno, incluso para los más exigentes estándares extranjeros.

El almuerzo fue una gran caja de sorpresas. Lo primero que me llamó la atención fue que, a diferencia de la comida de 广州 Guǎngzhōu, siempre conseguía terminar el plato sin dificultad. En 广州 Guǎngzhōu a veces algunas verduras amargas que acompañaban mi comida no eran del todo de mi agrado, aunque eran una buena combinación con el resto de los sabores. En 长春 Chángchūn devoraba cada plato como si fuera el último. La estructura básica de cada plato era similar a la de 广州 Guǎngzhōu, que es la base de la comida en gran parte de China: una porción de arroz y luego tres pequeños platillos con salsas. En mi caso, normalmente uno de los platillos era algún tipo de tofu en salsa, otro era algún tipo de hongo en salsa y el tercero alguna variedad de verdura. La idea es comer estos platillos encima del arroz para que la salsa caiga sobre el mismo y lo condimente, lo que transforma a ese arroz blanco hervido en un verdadero manjar que cambia con cada comida. La cena era similar, aunque no se repetían los sabores del almuerzo. 

El personal del hotel fue muy atento con el vegetarianismo. Siempre mis platos venían con grandes carteles que advertían que en su interior no había productos de origen animal y nunca tuve ningún tipo de inconveniente. Además, tras los primeros platos, la propia gerenta del hotel vino a mi habitación y me preguntó si la comida respetaba mi pedido. 

Mi plato de comida con el mensaje 不鸡鸭鱼 bù jī yā yú, no pollo, pato ni pescado.

Además, siempre la comida incluyó las grandes porciones de proteína que había pedido. Incluso la amable señora que me daba la comida cada día intentaba rescatar algo de comida sobrante de la cocina que me regalaba afectuosamente. Algunas veces fue uno o dos huevos cocidos más, alguna vez fue un cuenco de tofu extra… siempre aparecía con algo para sorprenderme. Incluso, cuando un día le comenté que había pedido la comida proteica porque mi idea era realizar ejercicio en la habitación, comenzó a preocuparse y durante el resto de la cuarentena me trajo un cuenco de arroz adicional con cada comida, diciendo que tenía que comer mucho para estar fuerte. El personal de los hoteles es siempre muy amable y se termina desarrollando una relación casi de parentesco con ellos. No es raro que el personal nos de consejos de alimentación, que nos recomienden hacer ejercicio o ventilar la habitación, e incluso que nos insten a ponernos más abrigo en invierno, tal y como harían nuestros padres. Estos consejos siempre los dan con todo el cariño del mundo, ya que ellos saben que muchos de los estudiantes son aún muy jóvenes e inexpertos y que nos encontramos muy lejos de nuestras casas. Por esta razón, todos los llamamos 阿姨 āyí, "tía", a las mujeres y 叔叔 shūshu, "tío", a los hombres. Esta forma de llamar a las personas mayores que nosotros y equivalente a la generación de nuestros padres es una forma de respeto y cariño para con ellos.

La cuarentena fue toda una experiencia culinaria. Por primera vez, no extrañé los paseos por las calles de la ciudad, buscando exóticos restaurantes y platos nunca vistos para probar. La comida de 南湖 Nánhú fue muy autentica de la región y excelentemente preparada. Además, incluyó mucha más variedad que la comida de 广州 Guǎngzhōu. En algunas ocasiones nos llegaron a servir hasta 饺子 jiǎozi, un riquísimo plato chino similar a los ravioles italianos que se comen acompañados de salsa de soja y ajo. 

饺子 jiǎozi, uno de los platos más deliciosos de la cuarentena.

Mentalidad de cuarentena

Tras los primeros 10 días de cuarentena, con la pausa del día de viaje, el resto de la estadía pasó sin grandes inconvenientes. Las comidas funcionan como un reloj que nos ayudan a mantenernos activos y el resto del tiempo hay que encontrar cosas para mantenerse ocupado. Cualquier persona moderna tiene muchas tareas pendientes que puede realizar cómodamente desde su habitación. El ejercicio físico es muy recomendable para mantener un buen humor, pero también la lectura de un libro, la meditación o cualquier otra actividad que se pueda realizar con la ayuda de una computadora o un teléfono móvil. Aunque existe mucha ansiedad por parte de los viajeros con respecto a cómo pasar tantos días de cuarentena, en realidad el tiempo al final es insuficiente y uno queda con mil cosas pendientes para hacer. 

Además de la vida cotidiana, hay algunas tareas adicionales de cuarentena, como por ejemplo los controles de temperatura. A cada estudiante se nos dio un termómetro de mercurio para que nos controlemos la temperatura 3 veces al día y completemos un formulario. Aunque es verdad que los termómetros de mercurio son algo peligrosos, ya que se rompen fácilmente y el mercurio es altamente tóxico, son una buena opción barata y confiable, aunque requieren de cierta experiencia en el uso como pude comprobar más tarde cuando a uno de nuestros hermanos latinoamericanos se le rompió el termómetro y cuando un compañero ruso me comentó que era incapaz de ver la graduación en el vidrio. 

Intentando no romper el termómetro de mercurio.

Pluriempleado

Aunque muchos estudiantes cuentan con niveles de chino muy altos, algunos llegando a hablar casi como nativos, hay un gran número de estudiantes con niveles bajos de chino o que prácticamente no lo hablan porque cursan sus estudios en inglés. Por esta razón, el personal de la universidad suele tener algunos problemas de comunicación tal y como yo los tuve en 2019 cuando a penas podía saludar en chino (y a veces cometía errores). Un día la 阿姨 āyí tocó mi puerta junto a la gerenta del hotel. Me presentaron a un estudiante árabe y me pidieron que hiciera las veces de intérprete con ellos, ya que el estudiante no hablaba chino y necesitaban coordinar algunas cosas con él. Al verlo dudé de si se trataba de un hispanoparlante y que por esa razón me estaban pidiendo ayuda. Tentativamente lo saludé en inglés, le pregunté su nombre y si hablaba inglés. Me explicó que era árabe y que podía hablar un poco de inglés, aunque no muy fluido. Pude ver como el rosto de la gerenta se relajaba cuando veía que podía comunicarme con el estudiante. Esta situación fue muy divertida, porque normalmente en China, mucha gente que no habla otra lengua asume que los extranjeros tenemos una lengua común que utilizamos para comunicarnos. Perfectamente podría haber ocurrido que este estudiante árabe y yo no tuviéramos una lengua común, como por ejemplo ocurrió con un compañero mauritano que tuve en 2019 que, a pesar de hablar fluidamente 3 lenguas africanas, no tenía ninguna lengua en común conmigo.

Otro día, la 阿姨 āyí llamó a mi puerta en un horario extraño y me dijo que la gerenta del hotel pedía que bajara al hall principal. Aunque yo ya estaba en la cuarentena flexible, no tenía permitido bajar al hall y me sorprendió el pedido. Al llegar, un agotado estudiante ruso me explicó en inglés que llevaba más de 35 días de cuarentena entre días en su país y días en China por dar positivo por Covid-19 y estar en contacto con pacientes o provenir de ciudades donde había habido muchos casos. Este estudiante no hablaba una palabra de chino y la gerenta del hotel me pidió que hiciera el trabajo de intérprete.

Los trabajos de intérprete se repitieron a lo largo del resto de cuarentena, a veces teniendo que traducir toda la información relevante con respecto al hotel y la cuarentena y a veces tan solo teniendo que ayudar con cuestiones más específicas donde el nivel de chino del estudiante extranjero no era lo suficientemente alto. Aunque mi nivel no es muy bueno, el pequeño trabajo de intérprete fue una gran práctica de chino.

El reencuentro más esperado

Tras los primeros 7 días de cuarentena en el 11° piso, tocó el momento de volver a hacer las valijas, volver a poner la habitación como estaba en un comienzo y mudarme al 8° piso. La mudanza fue sencilla, ya que no era necesario empacar todo perfectamente como uno lo hace para un gran viaje, en el que hay que ser eficientes con el espacio, cuidadoso con el peso y delicado con lo que puede romperse.

La nueva habitación, era tan parecida y diferente a la habitación del piso 11 y a mi antigua habitación del piso 3, que solo sumó más confusión a mi cabeza. Ahora que estaba en el nuevo piso, 3 cosas cambiaban. En primer lugar, podíamos salir de la habitación y fue la oportunidad de conocer a un hermano mexicano y a una hermana ecuatoriana que estaban transitando la misma cuarentena. En segundo lugar, si teníamos alguna necesidad de productos del exterior, había formas de arreglar una compra relativamente sencilla. Mi café y mis galletitas se estaban agotando, así que la gerenta del hotel se tomó el tiempo de comprarme unos paquetes nuevos de galletitas. De hecho, me recomendó unas galletitas de limón que son tan similares a unas famosas galletitas de limón argentinas que quedé francamente sorprendido. Y en tercer lugar podría ir a mi antigua habitación del 3° piso a recuperar mis cosas y comenzar a empacar mis pertenencias.

Entrar en mi antigua habitación tras casi 3 años fue una de las experiencias más surrealistas que he tenido. Las cosas estaban casi congeladas en el tiempo, como si la pandemia no hubiera ocurrido, como si las personas que perdí en estos años no se hubieran ido y como si sencillamente hubiera salido a comer un día cualquiera de principios de 2020 y hubiera regresado tras una larga juerga. Había pasado tanto tiempo que ya no sabía ni que objetos tenía. Por ejemplo, no recordaba si por mi participación en las actividades de fin de año me habían regalado una campera oficial de la universidad. No había fotos de ello ni había comentado el tema con nadie por mensajería. Buscando mi poncho salteño grande fue mi sorpresa al ver la famosa campera universitaria colgando a su lado. La habitación era un desastre. Durante mi ausencia habían instalado un sistema antiincendios y habían empacado y movido mis cosas para evitar que trozos del techo cayeran sobre ellas durante las obras. Con muy buen criterio, habían liberado peso en algunas estanterías, para evitar que cedieran y los objetos cayeran al suelo y se rompieran. 

El primer día tras revisar un poco el estado de algunas cosas, me dispuse a empacar algunos objetos que consideré fundamentales. En primer lugar, rescaté mi cafetera eléctrica, una gran compañera que me permitiría deshacerme del café instantáneo. Lo que quedaba de café se lo regalé a mis hermanos de Latinoamérica que hacía días que no probaban una gota de cafeína. También rescaté mi humidificador, un objeto indispensable en una ciudad tan seca. Para alguien de Buenos Aires como yo, una ciudad húmeda, la sequedad de 长春 Chángchūn ha llegado a lastimarme las fosas nasales. Junto con algunos implementos más, ya estaba listo para mejorar diametralmente mi vida en el hotel.

El humidificador trabajando a máxima potencia en 2019 para combatir un día de menos de 10% de humedad.

Empacando

Los siguientes días, dediqué algunas horas a volver a la habitación y comenzar a empacar mis cosas. Aunque no eran muchas, eran más que las que normalmente un estudiante acumula en 6 meses, ya que sabía que me quedaría algunos años estudiando en el país y quería contar con algunos implementos fundamentales como por ejemplo una pequeña heladera. 

Limpiando y empacando todo.

La primera tarea fue remover una fina capa de polvo que cubría a algunos objetos y comenzar a clasificar algunas cosas. Luego, abrí mi pequeño almacén, donde había guardado algunos alimentos no perecederos y otros que tenían fechas de vencimientos con años por delante. Por desgracia, nunca había pensado que estaría ausente más de 2 años y gran parte de la comida estaba vencida. Una de las 阿姨 āyí me entregó una gran bolsa de basura para que pudiera tirar todo. Aunque era una pena tirar tanta comida, la realidad es que revisé con gran detalle todo e intenté salvar lo que pude. Algunas cosas como frutos secos y café todavía estaban en buen estado, mientras que muchas otras cosas llevaban años en mal estado y al abrirlos se percibía un rancio olor que advertía sobre su cambio.

Tras 7 días limpiando, tirando a la basura y empacando, gran parte de los objetos de la habitación estaban listos para el último viaje del año. Ahora solo faltaba que la universidad alquilara una pequeña camioneta lo suficientemente grande como para transportar todo.

Cambio de planes

Originalmente, mi destino final sería el hotel para estudiantes de maestría y doctorado ubicado en el campus 朝阳 Cháoyáng. Sin embargo, pocos días antes de terminar la cuarentena se detectaron algunos nuevos casos de Covid-19 en la ciudad. Aunque eran unos pocos, rápidamente se adoptaron medidas para limitar los contagios. La universidad cerró los campus y, aunque era posible tramitar un pase para ingresar, yo necesitaba salir regularmente para terminar algunos trámites como por ejemplo la visa de residencia. Por lo tanto, no podría hospedarme en el hotel del campus. Esto fue una pena muy grande, ya que entre estudiantes y docentes, ese hotel tiene muy buena fama por contar con habitaciones grandes y buenos espacios comunes como el gimnasio. 

A pesar de la fama que tiene el hotel, las fotos en la página web de la universidad no parecen hacerle justicia.

La Universidad de 吉林 Jílín tiene una gran cantidad de hoteles y departamentos distribuidos por toda la ciudad, no solo dentro de los campus. Sin embargo, había solo dos opciones relativamente razonables por su ubicación. La primera era el famoso hotel 友谊 Yǒuyì para extranjeros, un antiguo y mítico hotel que concentra a la mayoría de los estudiantes extranjeros. Es una gran opción, ya que hace pocos años fue renovado completamente y cuenta con buenos espacios comunes como una sala de ping-pong, un gimnasio y áreas de estudio. No obstante, las habitaciones son realmente pequeñas, y solo tiene sentido alojarse ahí si uno cursa en el Campus Sur. En mi caso, ese hotel se ubica a más de 10 kilómetros de distancia de la Universidad de Geología. Por lo tanto, la otra opción era un pequeño hotel ubicado a unas pocas cuadras del campus 朝阳 Cháoyáng. Sobre el hotel no tenía grandes referencias, y en la página web de la universidad la presentación es algo escueta y no destaca ningún aspecto particular. Sin embargo, es un hotel con un gran potencial. 

Icónico hotel de estudiantes extranjeros. En su puerta principal estan las banderas de todos los paises de los que hay estudiantes, incluidas varias banderas latinoamericanas.

El final del viaje

Al fin, tras semanas de viajes y cuarentenas, todo estaba a punto de concluir. A pocas horas de mudarme al nuevo hotel empaqué las cosas que tenía en mi habitación y quedó solo esperar. Los siguientes días serían muy intensos, sumergiéndome por fin en la verdadera experiencia china de recorrer calles, conocer gente, hablar en chino y descubrir tiendas de lo más variopintas. No obstante, el final del viaje tendrá su propio artículo, con algunas reflexiones finales. 


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